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El mito poético

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  • "Eres la mujer que pasa como una hoja
y dejas en los árboles un fuego de otoño." .

Giuseppe Ungaretti
Pintura: "Eva" de Pablo Apolinar
  • En esos países que tienen astros y amigos
Cuando los vivientes pasan con sus sombras
Aprendí de los pájaros a perder la vista
—Amor
Figura de sueño sobre el adoquín
Estrella que brilla y que hiere
Cosa pequeña como la flor de Dios

G. Schehade
Pintura: Pablo Apolinar
  • El raro sabor de tus manos
Cuando los bueyes están cerca del mar
Eres prisionera de tu más bella imagen
Porque blanco es el color de la paciencia
Estaré en tu recuerdo
Las montañas envejecen y se cubren de hojas
Y morirás
Porque hay tanta poesía en la ceniza

G. Schehade
Pintura: "Eva" Pablo Apolinar
  • El sueño de María Magdalena... Era el mes de junio cuando lo vi por vez primera. Paseaba en medio de la sementera con mis esclavas y doncellas. Jesús estaba solo. El ritmo de sus pasos resonando en el camino era distinto al de los hombres comunes; pero, movimiento igual que el de su cuerpo nunca pude ver otro parecido. Los demás hombres no poseían su forma de caminar, y aún ahora no sé si lo hacía lentamente o con rapidez. Mis esclavas y doncellas lo señalaban con el índice susurraban entre sí excitadas. Me detuve un momento y levanté mi mano en ademán de saludo, que él no contestó ni siquiera mirándome. En ese momento lo detesté y pude sentir cómo mi sangre se agostaba en mis venas por el odio que hizo presa de mí en ese instante. Me quedé fría. Temblaba, helada, igual como si me encontrara en medio de una horrible nevada. Esa noche soñé con él, y a la mañana siguiente mi camarera me contó que grité terriblemente en sueños, y no pude descansar en toda la noche.
La segunda vez que pude verlo fue en agosto. Se encontraba descansando a la sombra del ciprés que está frente al jardín de mi casa. Lo observaba a través de la ventana. Su figura irradiaba paz y majestad; parecida a esas estatuas de piedra que se ven en Antioquía y otras ciudades norteñas. En ese instante llegó una de mis doncellas, la egipcia, y me dijo:
-Ahí está otra vez ese hombre, sentado frente al jardín. Lo observé con detenimiento y se emocionó mi espíritu hasta lo más profundo de mí misma, porque era realmente hermoso. Su cuerpo era incomparable.
Todas sus líneas se habían uniformado armoniosamente, tanto que me parecieron estar enamoradas unas de otras. En ese momento me atavié con mi mejor traje damasquino para ir a hablarle. ¿Era mi soledad la que me llevó hasta él o fue el perfume de su cuerpo? ¿Acaso era la codicia de mis ojos que anhelaban la belleza, o era su belleza lo que buscaban mis ojos? Hasta hoy no lo he podido saber. 
Jesús el hijo del hombre - Gibran Jalil Gibran
  • La Madonna con su niña, 
Ella se transforma
Ha traspasado el umbral
Del placer que la diluye 
A la conciencia del dolor
Que le devuelve otro amor más elevado.

Su estatus virginal
Deviene así más claro 
Más vívido - Otra clase de pureza
que la despoja nuevamente de sí misma.

A la niña Annabella, mi primera nieta, nacida un día como hoy hace un año del calendario cristiano-lunar-sagrado-animico (y a mis efectos en el segundo domingo de Pascua), fecha que conmemora la fiesta del Jesús de la Misericordia y a su madre María A... Otra asombrosa sincronía que me vincula de manera conmovedora con la misericordia del Señor
  • . “Como el manzano entre los árboles frutales,
así es mi amado entre los jóvenes.
Me senté a la sombra de aquella 
que yo tanto deseaba:
su fruto es dulce a mi boca.
El me introdujo en la bodega del vino:
y su pendón es el amor”
.
"Mi amado metió la mano por el resquicio
de la puerta y mi vientre se estremeció.
Me levanté para abrirle a mi amado,
y de mis dedos se escurrió la mirra sobre la aldaba, y de mi mano goteó la mirra. 
Abrí a mi amado, pero él ya no estaba."
.
" EL Cantar de los Cantares"
Ilustración: Marc Chagall -  Le Cantique des Cantiques I, 1960

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