El ánima en la escritura…

El poeta escribe para hacer visible lo que está en el interior…

Entrevista realizada por la periodista Mate González el 1 de febrero de 2010

 

Un piano de madera es el centro de la sala. Reinaba el sabio silencio de los libros de la biblioteca detrás del piano. Un caballero completamente vestido de blanco aparece. Trajo su libro “El lugar más sosegado” como obsequio. Lo acompaña una gata persa. “No tengas miedo, es un gato-perro”, me dijo. Y era cierto, la gata rozó mi brazo.

“Escribir significa trascender, hacer visible lo que está en el interior de tu alma”, dijo el poeta Edgar Vidaurre. “Uno no se hace escritor. La escritura es la expresión que manifiesta tu experiencia anímica y vivencial. No tengo rutina para escribir. Sería terrible, sería profesionalizar un evento puramente humano e íntimo”, sentencia. Su inspiración la obtiene de los sueños “escribo lo que me venga y me toque, y luego me siento a armonizarlo”.

Su libro favorito es “El lamento de Ariadna”, su propuesta a lo que la hija del Rey de Creta pudo sentir y decir cuando Teseo la abandonó frente al mar en Naxos. Sin más, relató el mito de Ariadna: Teseo entra en el Laberinto del Minotauro y ella le da un hilo para que no se pierda y encuentre la salida. Teseo sobrevive y juntos huyen, pero él la abandona. Varios autores, entre ellos Nietzsche y Monteverdi, imaginaron lo que la abandonada Ariadna sintió. Vidaurre también quiso crear su versión. “Es mi obra favorita. En ella me reencontré con aspectos femeninos como los sentimientos, las emociones y la intuición, con lo que Jung llamaba el ánima… Está escrito con voz de mujer y eso me parece importante”.

En el texto de Vidaurre, el autor ve a Teseo como hijo de Ariadna porque ambos están unidos por un hilo, una especie de cordón umbilical, que al cortarse genera depresión en la mujer. Para él, Ariadna es el espejo de Teseo, ambos son el abrazo entre lo masculino y lo femenino: Teseo vence las sombras y se integra con la luz, con su ánima… con Ariadna.

La conversación se interrumpe cuando Zaira Castro, cantante lírico y esposa de Vidaurre, entra en la sala con un bebé en brazos. “Él es el príncipe Federico”. Así el poeta presenta a su hijo, quien me regaló una sonrisa sin dientes. El caballerito es el menor de seis hijos, todos artistas “menos el mayor. Un hombre de ciencias con alto componente emocional”, afirma.

Pero la pasión inicial de Vidaurre fue la música. A los tres años comenzó sus estudios hasta que obtuvo el grado de pianista ejecutante, el mismo año que egresó de la Facultad de Derecho de la UCAB. “Ejercí muy poco la abogacía aunque mi formación me pareció plena y hermosa. Actualmente, soy el director ejecutivo de la Cámara de Droguerías. Soy una especie de ‘embajador’ porque relaciono lo frío y científico del gremio con su parte social”.

A este poeta, alumno de Elizabeth Schôn e Ida Gramko, lo que más le gusta es vivir. “Vivir es ejercer tus atributos emocionales, físicos, mentales y anímicos. Es necesario volverse un sabio para poder disfrutar la vida, si no lo haces te fragmentas”. Vidaurre considera que la vida es la armonía entre la luz y la sombra: “La luz es la existencia y la sombra es la esencia. Si lo divides, te separas”.

Edgar Vidaurre escribió desde su intimidad “El lamento de Ariadna porque “al hombre siempre lo acompaña una sensación de abandono”.  Confiesa que su relación con su hijo menor “es muy distante, porque él ahora está muy apegado a su madre. Esa es mi carencia… Con Federico estoy aprendiendo que el vínculo debe hacerse desde el principio”.