En un bello intercambio de soledades y secretos con la también bella poetisa puertorriqueña Mairym Cruz-Bernal, ella me hablaba de cómo, en la noche, su soledad estremecida ante la inmensidad del cosmos, se mecía acompasada por los astros (especialmente por la luna). Dándole la razón, yo le agregaba que la fuerza que regía a esos astros era la misma fuerza que nos regía a nosotros. Que cómo ellos estábamos sometidos a esa irresistible gravitación y que también como ellos brillamos en soledad. De alguna manera en ese momento evoqué una cita conmovedora de Aldous Huxley que conseguí en el libro El Arte de mi amigo Alejo Urdaneta: “Los mártires entran en el circo tomados de la mano, pero son crucificados asiladamente. Abrazados, los amantes tratan desesperadamente de fusionar sus aislados éxtasis en una sola autotrascendencia; pero es en vano. Por su misma naturaleza, cada espíritu con una encarnación, está condenado a padecer y gozar en soledad…”
A mi llegada de un viaje a Praga y Budapest, y por la magia de esas sincronías celestes, compartí la sensación plena de la soledad con las poetisas Carmen Cristina Wolf y Beatriz Alicia García a través de la canción de Purcell: Oh! Solitude escrita sobre un poema de Katherine Philips. Igualmente le comentaba en estos días a la poetisa Gabriela Lovera Montero a razón de su estupendo poema-juego “Elección Multiple: en que se asemejan el amor y la muerte?” que ambos se asemejaban en la certeza de que serán padecidos en soledad. Por último y desde su infinita soledad, la poetisa Mariela Casal en diciembre pasado, me bautizó con la belleza de su gesto cuando me regaló el exquisito libro sobre los grandes solitarios.
Como pueden ver, el brillo de estos sentires solitarios, ha estado siempre y contradictoriamente, profundamente acompañado, y bajo el influjo de esa fuerza (hoy es luna llena) y como epílogo de esta crónica concurrida sobre la soledad, anoche estuve soñando con el maestro Oswaldo Vigas; con su presencia sensible y convocante de todo aquello que justamente nos hace brillar. El año pasado había estado en su casa almorzando, gracias a la invitación y a la compañía de Carmen Cristina Wolf. Aún resuena nuestra conversación sobre Dios, la fe, el hombre y su incertidumbre. Me acuerdo que el Maestro se conmovió cuando hablábamos de Palestrina y su Missa Nigra Sum (…Morena soy… del Cantar de los Cantares), y ante mi pregunta sobre si Dios estaría oyendo esa alabanza, o que por el contrario era en vano todo ese esfuerzo y toda esa belleza que arrojábamos al vacío… de aquel silencio elocuente donde no cabía una respuesta bajo el contexto de la razón, nos surgió de manera revelada, la convicción de que Dios si escuchaba a través de nosotros… que nosotros no éramos nosotros sino el universo haciéndose auto-conciente de sí mismo en estos fugaces y frágiles cuerpos… que el hombre no era una individualidad ni una carnalidad en si-misma, si no el producto conciente, la conciencia de ese universo… y he aquí que me encuentro esta noche leyendo el poema del Maestro Vigas sobre la soledad, llenando con él mi propia soledad con esas aguas que brotan quien sabe de donde ni porqué… entendiendo de otro modo esa verdad: que no somos individuales, que a medida que vivimos nos vamos despojando de todo, para brillar solitarios…
Mirando sobre el horizonte a la estrella Aldebarán de la constelación del Toro, y ante el sentido lamento del Maestro Vigas por no saber comunicar debidamente sus afectos, quisiera en este instante abrazarlo. Decirle que brilla esplendorosamente, que su brillo nos abarca y nos guía, que me he sentido inmensamente acompañado… que él nos ha dado todo, que se ha entregado y gastado en el nombre de la belleza… y que no ha sido en vano. Que hoy, esta noche, solo, profundamente solo, también quisiera despojarme y detenerme junto a él, quedarme quieto saboreando la soledad que me rodea, cerrar todas las puertas y abrir hacia mi patio una sola ventana para que las ranitas japonesas llenen mi soledad con su canción… esta vez llena de sentido, de conciencia , de verdad y de la fuerza acompasada del universo…
Desde hace mucho tiempo
me estoy quedando solo sin darme cuenta.
Las reuniones sociales no me interesan
ni las cenas, los matrimonios en las sinagogas,
los vernisages, los bautizos literarios.
Las gentes que me observan actúan en consecuencia.
Ese es un hombre solo
tiene los ademanes de quien se ha pasado la vida
caminando en el desierto entre lagartijas
perros abandonados y serpientes.
Miran y desconfían porque saben
que aunque ahora simula estar acompañado
de optimistas ideas
ya saldó todas sus cuentas.
Me estoy quedando solo
y tampoco los otros
los que me han comentado del amor
de la amistad y el sexo que no aparenta soledades
se dan cuenta.
Me han dicho que tengo muy bien organizados
todos mis movimientos
mi vida planificada, ordenada y aséptica
pero no es cierto,
no sé comunicar como es debido mis afectos
me quedo entre dos aguas como un pez en la arena
respirando dificultosamente
me voy hasta mi patio con un bello proyecto
pero los diminutos batracios
las ranas japonesas
no tienen sentimientos
y yo que los tengo en abundancia
no sé comunicar cuánto de mí se espera
estoy siempre en retardo
siempre diciendo lo que no estaba en el libreto
un cuarto de hora en el pasado
actuando en otra pieza.
Me estoy quedando solo sin contratos
organizando encuentros
representaciones
fiestas
quisiera detenerme
quedarme quieto saboreando la soledad que me rodea
cerrar todas las puertas
y abrir hacia mi patio una sola ventana
para que las ranitas japonesas llenen mi soledad
con su canción sin sentimientos…
Caracas, 8 de septiembre de 1984